El caballo criollo, es el caballo de América latina, un caballo que ha sido usado para diferente tareas. Dentro de los usos más comunes encontramos la monta, el negocio ganadero y el los deportes como el polo.
El caballo criollo tiene su origen en las tierras de América latina pero desciende directamente de caballos traídos durante la conquista por los españoles. Con el paso del tiempo, se fue distribuyendo por todo el continente, aunque se ha ido desarrollando de diferente forma en cada uno de los países. Cada año son más quienes lo crían y lo utilizan tanto para las arduas tareas del campo, como para los momentos de ocio.
¿Los conocemos un poco más?
De entre las razas de los caballos que eran abandonados se encontraban caballos árabes, portugueses e ibéricos quienes debieron adaptarse al hábitat de las grandes llanuras de América del Sur. Algunos estudiosos sostienen que el caballo criollo es descendiente del caballo ibérico traído por los conquistadores españoles a América.
Siendo además, un compuesto genético de caballo derivado del caballo berberisco del norte de áfrica, del caballo del valle de Guadalquivir en Andalucía y otros tipos de caballos de trabajo. Con el transcurrir de la historia estos caballos fueron usados en las guerras independentistas a lo largo de América.
Los caballos autóctonos americanos, se habían extinguido a finales del pleistoceno. No sería hasta el año 1493, con la conquista del Nuevo Mundo por parte de los españoles, cuando estos fantásticos animales poblaron una vez más tierras americanas.
Los equinos de los colonos españoles desembarcaron en Santo Domingo y poco tardaron en aclimatarse, adaptarse y reproducirse en su nuevo hogar. Las sucesivas importaciones facilitaron su reproducción, se incrementó su cantidad y se diversificó la sangre. Sería entonces en Panamá y Colombia donde comenzó su cría.
Las condiciones adversas a las que los caballos de los colonos y sus descendientes tuvieron que enfrentarse para sobrevivir en la zona de la Pampa húmeda, hizo que los más fuertes o con mayor capacidad de adaptarse al medio, fueran los supervivientes. Eran animales rústicos, fuertes y de instinto despierto, con pelajes que se mimetizaban con la zona donde vivían.
A todas estas buenas cualidades había que restar la falta de los genes de galopar con un jinete sobre sus lomos, cabalgar a un ritmo cómodo y adecuado, o los de ser dóciles. Eran caballos en los que primaba ser bravo y apto para defenderse y así sobrevivir. Estos animales fueron escogidos por el hombre y cruzados entre ellos en busca del estándar característico de la raza criolla. Este estándar creado partía de las características de los caballos salvajes de la Pampa húmeda y quería lograr obtener un caballo con una aptitud para el trabajo rural excelente. Esto se logró rescatando parte de la genética perdida de sus antecedentes españoles.
Al principio, en esta búsqueda de un tipo de características únicas, se abusó de la consanguinidad hasta el punto que hasta el pelaje era prácticamente idéntico entre los equinos. Esto implicó a su vez la perdida de muchas características y cualidades propias de la vida salvaje de estos animales. Visto el problema, pudieron recuperar lo perdido sin mayor inconveniente gracias a la selección artificial.
¿Cómo son?
Al hablar del caballo criollo actual, nos encontramos ante un equino proporcionado en sus medidas y formas, con un centro de gravedad bajo y una altura que ronda los 144 cm en los machos y unos dos centímetros menos en las hembras. Es musculoso, de constitución fuerte, pecho ancho y articulaciones bien desarrolladas. La cabeza recta o convexa es más bien corta, con una base ancha y una terminación fina. Se podría decir que posee bastante cráneo en comparación a la cara.
Su tipo se corresponde con el de los equinos de silla. Esta raza posee mucha energía por lo cual es bastante activa, ágil y rápida. Aunque la mayoría de las personas mantiene que son caballos salvajes, otros destacan su disciplina y amabilidad en su trato con el ser humano.
El pelaje del caballo criollo es muy variado, siendo las capas más habituales: castaño, bayo y gris, con las extremidades negras. Posee una cola ancha y poblada de pelos gruesos. Aunque he dicho que el caballo criollo puede presentar un pelaje muy variado, no se encuentra entre ellos el pinto y el tobiano y, mediante el cruce, se procura eliminar las capas con tendencia hacia la despigmentación.
La gran característica de estos equinos es su rusticidad, es un caballo resistente, con un poder de recuperación grande y una buena aptitud para el trabajo ganadero. Es además, una raza longeva con un carácter activo, enérgico y dócil.
Un poco de su historia
Como mencionaba al principio del artículo, los caballos llegaron a América con los colonos españoles y de ahí fueron extendiéndose. Algunos de ellos se convirtieron en cimarrones después de ser soltados o escaparse. Unos treinta años después de que los primeros yeguarizos a tierra argentina, los indios comenzaron a utilizarlos al ver en estos animales de gran versatilidad. Algunas tribus del sur de Chile fueron hasta las llanuras orientales en busca de estos equinos para llevárselos y domesticarlos a su manera, pero con muy pocas posibilidades de cría, porque entre otras cosas, cazaban las hembras para alimentarse y castraban a los potros antes de comenzar a montarlos.
La selección natural tuvo mucho que ver en el desarrollo de las características y capacidades de supervivencia y adaptación al medio en el que vivían las manadas de caballos. A lo que hay que sumar la intervención del hombre que aprovechó el gran potencial y variabilidad genética que poseían estos equinos para utilizarla según sus necesidades.
La raza del Caballo Criollo como tal, se inició con la creación de los registros genealógicos y la selección que el hombre realizó basada en un estándar creado a tal efecto.
Entre otros cambios, se acrecentó el tamaño de su tren anterior y disminuyó el tamaño del tren posterior, inclinando y acortando la grupa.
Aquel caballo criollo primigenio que era reproducido de forma extraordinaria bajo unas pautas, con el paso de los años fue perdiendo la atención debido al cambio de sus usos y la crianza fue cayendo en declive. De ser el caballo de guerra predilecto pasó a ser el de trabajo rural. Eso junto con la gran cantidad de animales existentes hizo habitual que todos los habitantes contaran con un equino.
Con el aumento en las comunicaciones con Europa, comenzó la importación de distintos animales que fueron cruzados para lograr una mayor productividad. Obviamente, el caballo estaba entre esos animales. El Caballo Criollo empezó a cruzarse con nuevas razas obteniendo buenos resultados de acuerdo a los objetivos que se buscaban con esos cruces.
Pese a la moda de cruzar a los equinos, hubo un grupo de estancieros leales a las aptitudes del caballo criollo, que mantuvo sus animales sin mestizar, manteniendo las características adquiridas a lo largo de todos los años de selección natural y el posterior rescate genético realizado por el hombre. Gracias a estos hombres, fue posible la recuperación del caballo criollo.