A veces la mejor medicina luego de un día estresante y agotador es irse a la cama. Dormir es una necesidad esencial del cuerpo que muchas veces se descuida, en especial en una época donde “vivir conectados” en un mundo bullicioso que parece que nunca duerme. Sin embargo, no hacerlo trae consecuencias a corto y a largo plazo en el organismo.
No conciliar el sueño las horas necesarias rompe una cadena de eslabones y lleva a un mal funcionamiento durante el día. Desde lo hormonal hasta lo emocional, todo el organismo se ve afectado.
Dormir pocas horas o demasiado se asocia con un aumento significativo del riesgo de problemas cardiovasculares, que incluyen arterias endurecidas, ataques cardíacos, accidentes cerebro vasculares, insuficiencia cardíaca y más.
Las mujeres son particularmente propensas a los problemas del sueño a lo largo de la vida, porque con frecuencia asumen las responsabilidades de cuidar a sus hijos, a la familia y más adelante, debido a las hormonas menopaúsicas.
No lograr un sueño reparador, puede producir o empeorar enfermedades cardiovasculares. Además, el no dormir bien o las horas suficientes, no solo hace que las personas estén cansadas durante el día, también puede perjudicar el ánimo, bajar el rendimiento académico y laboral e incluso aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas y cardiovasculares.
Esto pasa porque durante el sueño se realizan funciones vitales básicas para el organismo, indispensables para el buen funcionamiento físico y mental. Por ejemplo, mejora la función endotelial y ayuda a disminuir la presión arterial.
Existen estudios que revelan que los trastornos del sueño se asocian a mayor incidencia de infarto al miocardio, arritmias, insuficiencia cardíaca y accidentes cerebrovasculares, además de mortalidad.
El insomnio
Es una de las enfermedades del sueño más prevalentes y que dormir menos de seis horas por noche en adultos, aumenta la posibilidad de tener hipertensión de difícil manejo, arritmias y mortalidad en general.
En tanto, el síndrome de apnea del sueño, en el cual los pacientes presentan ronquidos, pausas respiratorias y sueño en el día, se ha asociado fuertemente a aumento de riesgo de infartos al corazón y cerebro por disminución intermitente de la oxigenación celular.
Es fundamental tener una sospecha de esta enfermedad en pacientes con hipertensión arterial que de diagnostican antes de los 50 años aun sin otros factores de riesgo.
Se sabe que el mal dormir afecta al corazón, pero también ocurre que las enfermedades cardiovasculares producen patologías del sueño. Esta asociación es bidireccional. Por ejemplo, una insuficiencia cardíaca mal compensada puede producir sensación de ahogo nocturno, lo que afecta la calidad del sueño.
La obesidad, por su parte, se relaciona con apneas del sueño y el stress permanente que produce tener una enfermedad importante como la cardiovascular, genera ansiedad y depresión, ambas afectando el dormir.
Esta relación entre mal dormir y problemas cardíacos puede afectar a cualquier persona, sin importar la edad. Hay que recordar que los factores de riesgo cardiovasculares son acumulativos, por lo tanto, quien tiene una sumatoria de ellos y más años, es más propenso a presentar una enfermedad cardiovascular.
¿Siete, ocho, nueve o diez horas?
La recomendación de los especialistas del estudio es que la media de sueño sea de entre siete y diez horas en los adultos y en los adolescentes.
Las investigaciones nos dan demasiadas buenas razones para asegurarnos y concientizarnos de dormir lo suficiente pero no demasiado, y, lo más importante, con calidad.